Murakami y la eternidad

jueves, 19 de noviembre de 2009 - Publicado por BabeDeJour en 12:16

He pasado los últimos nueve meses de mi vida, más o menos, devorándome todo libro que diga Haruki Murakami en la portada. Gente que me conoce desde hace años se sorprende y casi asusta: no les cabe en la cabeza que alguien que ha dicho toda la vida que los japoneses no son humanos de pronto salga fanática de un autor nipón.

En mi defensa, sigo creyendo ferviente y unicórnicamente que los japoneses no pertenecen a la misma especie que el resto de nosotros: probablemente sean la versión evolucionada (porque nosotros somos los Homo Sapiens Beta, obviamente; quien dude, favor remitirse a Texas) y planean conquistar al mundo a través de la globalización, que no es más que un invento para hacernos comer sushi y succionar nuestros cerebros a través de ondas que se activan en cada grano de arroz que comemos.

Poniendo de lado mis teorías perfectamente lógicas, el hecho es que mi adicción particular con Murakami yace, creo, en su tratamiento de la vida y cómo parece, casi de casualidad, traspasar los confines temporales de la eternidad. ¿La eternidad tiene confines temporales? Bueno, claro: los de lo efímero y del cambio; porque la eternidad per se puede ser conseguida en el entrepisos: en el sueño, en el pensamiento, en la felicidad misma.

Por ahí William Blake decía: "to see a world in a grain of sand, and heaven in a wild flower, hold eternity in the palm of your hand, and infinity in an hour...”. Es un pensamiento hermoso pero, me temo, va más allá de mis posibilidades explicativas; así que creo que se la dedico, felizmente, a quienes lean Hard-Boiled Wonderland and the End of the World.


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Imagen, de DeviantArt: Golden-furred Unicorns, por Alice Parker.

Montaña rusa

sábado, 14 de noviembre de 2009 - Publicado por BabeDeJour en 6:03

Histeria y calma

La mano, la pierna

¿Qué me estás haciendo?

(talk about multitasking)

Enamoras y excitas

todo al mismo tiempo

o en un vaivén interminable

la espalda arqueada, la noche

los suspiros, maldita epidemia

las hormonas, qué teenager

el shawarma, los juegos de palabras

(sí, sí, coger de agarrar, obviamente, ¿a quién se le ocurriría otro significado?)

Ven acá, dame un beso

Sí, bueno, uno solito, con dedicatoria cursi parisina

y entro, ¿te parece?

Dime,

¿qué tan estúpidos podemos llegar a ser?

Podríamos hasta dar charlas en alguna Ivy League,

¿en qué pensum es que está el unagi perdido?

Y justo después,

éxodo maquinal

la mano que tiembla

¿el rush de adrenalina?

las palabras perdidas de Kundera, qué rabia

y el miedo.

Ah, te dije que no sé trabajar bajo presión…

Entonces, silencio.

Ahora no entiendo nada

(chicken – yeah, I’m talking to you)

Sólo espero que estés bien.

Nada que ver con el karma, sweetie,

es que no pienso cuando estás así de cerca

(¿por qué crees que te tengo tanto miedo?)


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Imagen sacada, claro, de DeviantArt, hecha por `imaginedmoments y llamada Tarot: The Star.

Velos

lunes, 2 de noviembre de 2009 - Publicado por BabeDeJour en 14:53

Una vez cruzó al otro lado del velo y fue marcada por el encanto del mundo que ahí se escondía: los ojos miel, el acento de la isla de los rumores, la lengua muerta que daba sus últimas patadas a voz de Ulises.

Entonces por error cayó de nuevo en el mundo terrenal, al que sentía nunca haber pertenecido. El velo permanecía ahí, incólume, pero apenas podía atisbarlo por momentos, en los que se sentía encadenada metafísicamente.

Pasaban los años y la intensidad del llamado del velo venía por temporadas: podía pasar meses sin recordar los azules, hasta que algo se alteraba y arremolinaban los recuerdos en una especie de ópera wagneriana.

Justo entonces, se acordaba de él. Y su recuerdo llegaba a rayar en la agonía…

… hasta que, de golpe, recordó que él era un velo. Una entrada al ensueño y no una realidad tangible.

Entonces, frente a ella, el velo cambió: se movió un poco más a la izquierda, cambió de tamaño, los colores eran otros, se callaron los rumores dublineses y llegaron otros nuevos y maravillosos que aún no conocía.

Extendió la mano hacia el velo y descubrió que lo que antes había sido una cortina de humo, ahora era tela. Era tangible, tanto que su piel ardía al tacto, haciéndola sonrojar.

Fue ahí cuando se decidió a entrar, sabiendo que las oportunidades son efímeras. Mientras caminaba hacia dentro sonrió: nunca, nunca se imaginó que los sueños pudieran cambiar de nombre y contextura.