And the Oscar goes to...

sábado, 26 de febrero de 2011 - Publicado por BabeDeJour en 18:12

A poco más de veinticuatro horas de la ceremonia más importante del año – bueno, de mi año, ya que los premios de música no me interesan y los Nobel mucho menos -, Hollywood se hace los últimos retoques pre-show: las llamadas de última hora a los diseñadores porque alguien está embarazada (o sólo gorda) y ya no cabe en su vestido; los ensayos frente al espejo, se ponen correctamente las cámaras en el Teatro Kodak (siempre teniendo en cuenta la que está preparada, en cada ceremonia, para filmar cada reacción de Jack Nicholson), en las mansiones de Beverly Hills ocurre el proceso de escribir el discurso que se quedará en la cartera cuando llamen a Meryl Streep así no esté nominada…

Claro que es una reunión de gente pretenciosa con delineamientos prefijados, nadie lo niega. La AMPAS (Academy of Motion Picture Arts and Sciences), igual que los representantes de buena parte de las premiaciones a nivel mundial, tiene una agenda muy politizada: la forma de ganarse un Oscar seguro, se sabe, es hacer cine liberal, izquierdoso, que le pique a alguna figura de autoridad conservadora y que se tome a sí mismo muy en serio. En cuanto a premios a actores, las constantes son precisas: a las actrices a menudo les toca afearse, llorar muchísimo y de ser posible perder a un hijo en pantalla; los actores deben gritar un poco, tener alguna discapacidad física o mental, y hacer un statement sobre un punto “importante” (igualdad sexual y racial son los más comunes). Ah, y tanto para actores como actrices: si usted interpretó un papel basado en un personaje real de cierta notoriedad y su actuación fue dirigida por alguien medianamente reconocido, usted será nominado al Oscar. Y si aplica cualquiera de las anteriores y de paso es parte de alguna minoría, o es extranjero con poco dominio del inglés, vaya preparando un discurso en el que quepa mencionar a la abuelita.

La premiación se ha vuelto un patio de juegos del play-it-safe, sí – la única categoría que se salva, y quizá por nueva, es Mejor Película Animada -, las fórmulas son muy 2+2=4, sí; pero yo soy de formación hollywoodense clásica, y por idiotas que me parezcan las plantillas de decisión de la Academia, y por muy predecible que se haya vuelto, la ceremonia me sigue pareciendo irresistible. El pensar que año tras año entran nuevos grabados a las paredes del Kodak, uniéndose a nombres como Casablanca y Amadeus, es una cuestión que me maravillará siempre.

Pero no soy una muestra representativa: los ratings de la ceremonia de los Oscar han venido en picada en los últimos años. Ya no hallan cómo subirlos: intentaron la vieja técnica de llamar a Billy Crystal a hacer el show, pero su humor ya está démodé; llamaron a Chris Rock, pero era imposible compaginar su estilo rudo con algo tan ceremonial como los premios de la Academia (yo lo detesté a muerte, por ejemplo); le dijeron a Ellen DeGeneres, pero no tenía suficiente fuerza para llevar ese escenario; se buscaron a Hugh Jackman to jazz it up, pero resulta que Broadway y Hollywood combinados no dan suficiente rating. Para el 2010 intentaron encontrar ese punto de clase con Alec Baldwin y Steve Martin, pero juntos no llegaban a un Crystal en los noventa o un Bob Hope de los cincuenta. La solución de este año es traer caras de la nueva generación, dos chicos que han probado su talento (él está nominado este año por 127 Hours) y de paso traen detrás la popularidad de la taquilla, porque él es un archienemigo de Spider-Man y ella la próxima Gatúbela: James Franco y Anne Hathaway.

La ceremonia de este año emociona por eso, para empezar… pero realmente, la posibilidad infinita dentro de la ceremonia del 2011 viene de un nominado que es tan impredecible como el Joker de Heath Ledger: Banksy, quizá el anónimo más conocido del mundo. Está nominado a Mejor Documental por Exit Through the Gift Shop, y anda en campaña, poniendo arte obsceno alrededor de Los Ángeles (¡Mickey Mouse ebrio manoseando a la modelo de una valla!) mientras se acerca la premiación. La Academia lo vetó de ir a la entrega por miedo a que suceda una escena a lo Espartaco: “¡yo soy Banksy!”, “no, ¡YO soy Banksy!” – pero quién sabe qué podría hacer ese burlón en caso de ganar un Oscar. Se lo merecería, eso sí: la película es brillante. Si gana o no ya es cuestión de morbo: ¿será que los miembros de la Academia tienen tanta curiosidad como los mortales ante qué podría hacer este artista inglés?

En cuanto a predicciones, creo que la cosa está bastante clara: la mayor parte de los premios probablemente se los lleve la británica The King’s Speech; Mejor Película, quizá Mejor Director, Mejor Actor para Colin Firth (¡aleluya, Mr. Darcy!). Mejor Actriz se lo llevará Natalie Portman por Black Swan (mi preferida entre las nominadas) y los Actores de Reparto serán Christian Bale y Melissa Leo por The Fighter. El Oscar a Mejor Película Animada irá la gente de Pixar por Toy Story 3. Guión Original quizá podría llevárselo The King’s Speech, aunque quizá se lo den a Inception como disculpa por no haberle dado más nada; y para Guión Adaptado, me huele a The Social Network, pero no apostaría al respecto. Los Oscar que son seguros al cien por ciento son los de Portman, Firth, Bale y Toy Story 3 - el premio mayor, quién sabe, capaz y se lo lleve de sorpresa True Grit o The Social Network (que lo dudo, y espero que no). Dato curioso: hay que estar pendiente con Mejor Edición, que quien gana ahí suele llevarse Mejor Película (pasó el año pasado cuando todos creían que ganaría Avatar, y The Heart Locker se llevó Edición para luego llevarse el Oscar grandote).

Ya los votos fueron contados y los sobres sellados están en una empresa de contaduría de Los Ángeles, empresa que los llevará mañana al Teatro Kodak, blindados. Tan tan taaan…

El hecho es que el Hollywood clásico murió hace rato, y ahora es que la Academia parece darse cuenta, bajándole a lo ceremonioso, incluso haciendo promos de “entrenamiento” de los anfitriones, bajo el eslogan “you’re invited”: tenemos caras nuevas que llaman a un Hollywood que necesita renovación, más las figuras del cine mundial de los últimos treinta años – con el agregado del terrorista del arte por excelencia. Veamos qué sorpresas nos llevaremos mañana.

De la cuestión de si soy o no

jueves, 24 de febrero de 2011 - Publicado por BabeDeJour en 14:55

¿Que si soy escritora, preguntas? Fíjate cómo es la cuestión.

No fumo ni me gusta mucho el café. No hago nada de forma “trémula” porque mi cuerpo no entiende esdrújulas. No soy alcohólica, suicida, no estoy metida en el clóset ni sufro por mi arte. No soy nihilista, católica ni iluminada. No soy parte de ninguna revolución, ni escribo desde el exilio. No voy a burdeles, no trabajo en uno. No soy particularmente incomprendida por mis coetáneos ni tengo ninguna deformidad física. No maté a mis padres ni me enamoré de mi primo, y me llevo razonablemente bien con mi familia.

Estoy jodida, pues; con este perfil no podría ser escritora jamás.

Blablablá

jueves, 10 de febrero de 2011 - Publicado por BabeDeJour en 15:50

Aquí lo que se viene es la opinión de una mujer histriónica que pasó buena parte de su infancia haciendo teatro y radio… pero yo voto muy a favor de la idea de Blaving.

Que está muy crudo, sí; que le falta, sí: la página está muy lenta, la aplicación para iPhone es un desastre (no sé cómo será para otros smartphones), es un fastidio tener en tu timeline a cualquier pendejo que acabe de decir cualquier cosa aunque no lo sigas, es una odisea conseguir cómo se borra un blav, la cuestión de ponerle nombre Y etiqueta a la grabación te hacen pensar “pa’ eso voy y lo tuiteo”; entre otras cosas que justo ahora se me escapan.

El hecho es que sí creo en las posibilidades de una red social basada en voces por todas las razones que Eva enumera con bastante más precisión que la que podría tener yo. Pero lo que quiero aquí es contarles una historia de radio:

El 30 de octubre de 1938 hubo pánico en Estados Unidos: flashes de un reporte en la radio habían anunciado que los marcianos habían aterrizado en New Jersey. En el área la gente gritaba con ataques de histeria, decían que podían oler los gases tóxicos de las naves y ver sus luces; del otro lado del país, una mujer en San Francisco sintió cómo los marcianos la violaban y después, de la vergüenza, intentó suicidarse. La estación tuvo que disculparse: la transmisión era, en realidad, una adaptación monstruosamente buena y realista de “La Guerra de los Mundos” de HG Wells; era también, sin duda, una broma de Halloween muy bien montada por alguien que obviamente tenía deseo de ser notado. La mente maestra detrás de aquella histeria que movió a un país entero resultó ser un muchacho de veintitrés años, un perfecto geniecillo jodedor que de ahí se montaría en la ola del éxito como quizá sólo lo haría una vez en su vida: un tal Orson Welles.

Ahí está: el sonido tiene todo el potencial del mundo en cuanto a creatividad. Si se pudo tumbar un gobierno de treinta años en Egipto a través de tuíter, ¿qué no se podría hacer, por ejemplo, escuchando de voz a voz, en tiempo real, cada cosa que sucede? Las posibilidades periodísticas son infinitas, por una parte. Las de crear diversión, sea por el drama o por la comedia, son tan amplias como podrían serlo en la radio, pero con el agregado de inmediatez: tienes dos minutos o menos para enamorarme como escucha, y si no lo haces tú quién sabe cuántos habrá que sí.

Obviamente habrá quienes usen el Blaving para idioteces: estoy en tal parte, “acabo de oír esta canción, ¿quién sabe cómo se llama?” (pienso que en general se ampliaría la idea del “Now listening”) o qué sé yo; igual que en tuíter, señores, cada quien construye su taimlain: si quieres puedes oír a gente leyendo poesía, escuchar cómo hablan distintas lenguas, puede llamarte la atención alguien por tener algún acento particularmente autóctono; o, incluso, puedes oír a tus amigos ebrios y despechados cantando Ricardo Montaner y diciendo que las mujeres son todas unas putas y los hombres son todos unos perros.

Fui la primera persona que dijo, cuando empezó a sonar, que tuíter era una estupidez: "¿para qué quiero yo una red social llena de puros estados? Pa’ eso voy cambiando el de Facebook y punto". Poco a poco me fui enamorando de tuíter y viendo todas las cosas geniales que se podían hacer desde ahí. No pretendo predecir que Blaving sea lo mejor que le haya pasado a internet desde el trollface - no me malinterpreten: ni pienso que sea una olla donde se están cocinando los posibles Orson Welles del mañana -, y tampoco creo que sea el “nuevo tuíter”; para mí es otra alternativa que podría coexistir y tener sus propios espacios. Pegue o no, ya yo me enamoré del blaveo.