A poco más de veinticuatro horas de la ceremonia más importante del año – bueno, de mi año, ya que los premios de música no me interesan y los Nobel mucho menos -, Hollywood se hace los últimos retoques pre-show: las llamadas de última hora a los diseñadores porque alguien está embarazada (o sólo gorda) y ya no cabe en su vestido; los ensayos frente al espejo, se ponen correctamente las cámaras en el Teatro Kodak (siempre teniendo en cuenta la que está preparada, en cada ceremonia, para filmar cada reacción de Jack Nicholson), en las mansiones de Beverly Hills ocurre el proceso de escribir el discurso que se quedará en la cartera cuando llamen a Meryl Streep así no esté nominada…
Claro que es una reunión de gente pretenciosa con delineamientos prefijados, nadie lo niega. La AMPAS (Academy of Motion Picture Arts and Sciences), igual que los representantes de buena parte de las premiaciones a nivel mundial, tiene una agenda muy politizada: la forma de ganarse un Oscar seguro, se sabe, es hacer cine liberal, izquierdoso, que le pique a alguna figura de autoridad conservadora y que se tome a sí mismo muy en serio. En cuanto a premios a actores, las constantes son precisas: a las actrices a menudo les toca afearse, llorar muchísimo y de ser posible perder a un hijo en pantalla; los actores deben gritar un poco, tener alguna discapacidad física o mental, y hacer un statement sobre un punto “importante” (igualdad sexual y racial son los más comunes). Ah, y tanto para actores como actrices: si usted interpretó un papel basado en un personaje real de cierta notoriedad y su actuación fue dirigida por alguien medianamente reconocido, usted será nominado al Oscar. Y si aplica cualquiera de las anteriores y de paso es parte de alguna minoría, o es extranjero con poco dominio del inglés, vaya preparando un discurso en el que quepa mencionar a la abuelita.
La premiación se ha vuelto un patio de juegos del play-it-safe, sí – la única categoría que se salva, y quizá por nueva, es Mejor Película Animada -, las fórmulas son muy 2+2=4, sí; pero yo soy de formación hollywoodense clásica, y por idiotas que me parezcan las plantillas de decisión de la Academia, y por muy predecible que se haya vuelto, la ceremonia me sigue pareciendo irresistible. El pensar que año tras año entran nuevos grabados a las paredes del Kodak, uniéndose a nombres como Casablanca y Amadeus, es una cuestión que me maravillará siempre.
Pero no soy una muestra representativa: los ratings de la ceremonia de los Oscar han venido en picada en los últimos años. Ya no hallan cómo subirlos: intentaron la vieja técnica de llamar a Billy Crystal a hacer el show, pero su humor ya está démodé; llamaron a Chris Rock, pero era imposible compaginar su estilo rudo con algo tan ceremonial como los premios de la Academia (yo lo detesté a muerte, por ejemplo); le dijeron a Ellen DeGeneres, pero no tenía suficiente fuerza para llevar ese escenario; se buscaron a Hugh Jackman to jazz it up, pero resulta que Broadway y Hollywood combinados no dan suficiente rating. Para el 2010 intentaron encontrar ese punto de clase con Alec Baldwin y Steve Martin, pero juntos no llegaban a un Crystal en los noventa o un Bob Hope de los cincuenta. La solución de este año es traer caras de la nueva generación, dos chicos que han probado su talento (él está nominado este año por 127 Hours) y de paso traen detrás la popularidad de la taquilla, porque él es un archienemigo de Spider-Man y ella la próxima Gatúbela: James Franco y Anne Hathaway.
La ceremonia de este año emociona por eso, para empezar… pero realmente, la posibilidad infinita dentro de la ceremonia del 2011 viene de un nominado que es tan impredecible como el Joker de Heath Ledger: Banksy, quizá el anónimo más conocido del mundo. Está nominado a Mejor Documental por Exit Through the Gift Shop, y anda en campaña, poniendo arte obsceno alrededor de Los Ángeles (¡Mickey Mouse ebrio manoseando a la modelo de una valla!) mientras se acerca la premiación. La Academia lo vetó de ir a la entrega por miedo a que suceda una escena a lo Espartaco: “¡yo soy Banksy!”, “no, ¡YO soy Banksy!” – pero quién sabe qué podría hacer ese burlón en caso de ganar un Oscar. Se lo merecería, eso sí: la película es brillante. Si gana o no ya es cuestión de morbo: ¿será que los miembros de la Academia tienen tanta curiosidad como los mortales ante qué podría hacer este artista inglés?
En cuanto a predicciones, creo que la cosa está bastante clara: la mayor parte de los premios probablemente se los lleve la británica The King’s Speech; Mejor Película, quizá Mejor Director, Mejor Actor para Colin Firth (¡aleluya, Mr. Darcy!). Mejor Actriz se lo llevará Natalie Portman por Black Swan (mi preferida entre las nominadas) y los Actores de Reparto serán Christian Bale y Melissa Leo por The Fighter. El Oscar a Mejor Película Animada irá la gente de Pixar por Toy Story 3. Guión Original quizá podría llevárselo The King’s Speech, aunque quizá se lo den a Inception como disculpa por no haberle dado más nada; y para Guión Adaptado, me huele a The Social Network, pero no apostaría al respecto. Los Oscar que son seguros al cien por ciento son los de Portman, Firth, Bale y Toy Story 3 - el premio mayor, quién sabe, capaz y se lo lleve de sorpresa True Grit o The Social Network (que lo dudo, y espero que no). Dato curioso: hay que estar pendiente con Mejor Edición, que quien gana ahí suele llevarse Mejor Película (pasó el año pasado cuando todos creían que ganaría Avatar, y The Heart Locker se llevó Edición para luego llevarse el Oscar grandote).
Ya los votos fueron contados y los sobres sellados están en una empresa de contaduría de Los Ángeles, empresa que los llevará mañana al Teatro Kodak, blindados. Tan tan taaan…
El hecho es que el Hollywood clásico murió hace rato, y ahora es que la Academia parece darse cuenta, bajándole a lo ceremonioso, incluso haciendo promos de “entrenamiento” de los anfitriones, bajo el eslogan “you’re invited”: tenemos caras nuevas que llaman a un Hollywood que necesita renovación, más las figuras del cine mundial de los últimos treinta años – con el agregado del terrorista del arte por excelencia. Veamos qué sorpresas nos llevaremos mañana.