Pasando por un ataque de sobriedad esdrújula, con molestia estomacal y fantasma de jaqueca; hoy, viernes 4 de diciembre de 2009, declaro:
Que la convencionalidad no va conmigo. Que nunca fui, no soy y no me veo siendo alguien tradicional: que soy de izquierda en toda ocasión, excepto cuando me da la gana llevar la contraria a algún idiota; que no me gustan las fórmulas by-the-book en ningún respecto, especialmente en el romántico; que mientras más le saque la piedra a alguien que haga lo que me dé la gana, más voy a disfrutarlo; que la vainilla le patea el culo al chocolate, porque yo lo digo; que la creatividad es la madre del mundo, y que pienso acercarme a ella lo más que pueda; ya que estamos, que pensar, sobrepensar y analizar no llevan a ninguna parte más que a la no acción; que el mundo se divide en sí, no, y los matices entre ambos, y que yo me afilio, en cuanto sea posible, al lado del “sí”.
Que los oscuros contienen a los claros, y que Larry, ¡oh! Larry, está presente en todos ellos. Que la vida se parece a la literatura, la literatura a sí misma, y la vida no parece de verdad-verdad después de ella (e incluso antes). Que Ella Fitzgerald es una diosa. Que todo es cuestión de tomar una decisión, especialmente la felicidad. Que la seriedad no lleva a ninguna parte más que a más seriedad, aburrimiento y trabajos deprimentes en cubículos minúsculos (así sean oficinas con vista al mar, más un yate y cuenta en Ginebra). Que nada empieza ni termina, porque siempre existió.
Que las sombras tienen su contraparte en carne y hueso, también, y sólo se presentan cuando más luz les llega desde arriba, abajo y todas partes. Que en el cine, las comedias románticas están locamente subestimadas; y, que, en la vida real, tienen demasiada importancia. Que los sapos siempre serán sapos. Que la perfección es profundamente imperfecta, y eso es lo que la hace fantástica.
Finalmente declaro que, de todo lo anterior, nada es absoluto. Que soy libre de cambiarlo completamente cuando me dé la gana, o agregarle dos florecitas y una cereza. Y que espero, realmente espero, que todos los demás sean libres de hacer lo mismo.