Por un lado, pasa que uno es bien exagerado
(más el venezolano, y sopotocientas veces más el maracucho) y se le va la
lengua terriblemente a menudo para hacer declaraciones de principios
(fundamentadas o no) acerca de cualquier número de tonterías. Pero por otro,
igual hay escenas, personajes, interpretaciones, cuyo impacto dura años y hasta
generaciones – y así, de alguna forma, arruinan para siempre aquello que
representaron en un principio.
El ejemplo más obvio (y por eso el primero) son
los zombies post George A. Romero. Para bien o para mal, el hombre arruinó
(digamos, revolucionó) un género para siempre. Pero resulta que, en un medio de
difusión tan masivo como el cine, a veces el género fílmico no es lo único que
(cambia, revoluciona, arruina) el cine. Por lo mismo y porque estoy de
vacaciones y las dedico a tontear en el blog si quiero, dedicaré un par de
posts a algunos de esos hitos fílmicos que, por alguna razón u otra (feliz o
terriblemente) me arruinaron alguna faceta de la vida, o del mismo cine.
Empecemos, ya que estamos, con Romero y sus
zombies.
Hay que empezar diciendo que el género zombie
fue, antes de Night of the Living Dead,
parte de la mitología caribeña: se trataban de criaturas terribles que estaban
en contacto directo con la energía de la muerte y habían sido levantadas de ese
último sueño para cumplir labores de esclavo para algún patrón vudú con
evidente poco aprecio por todo el rollo de los derechos laborales.
El zombie clásico viene de Haití y carga en sí
mismo toda la leyenda tétrica de esa media isla olvidada por los dioses desde
hace muchos años; este zombie se parece, más que a los monstruos sesófagos de
nuestras pesadillas, al esclavo Carrefour del I Walked with a Zombie de Jacques Tourneur: un post-humano
escalofriante y lento, sí, pero también un portal entre vivos y muertos. La
pesadilla del zombie haitiano funciona por razones distintas: aterroriza a
través de una esclavitud tan profunda que ni siquiera en la muerte puedes
liberarte, casi como si los mismos poderes de la isla te mantuvieran en
movimiento para ella.
Después de Romero, con su aire tóxico que hace
que los muertos caminen para hacerse un banquete con la carne de los vivos (y
traerlos a su ejército de no-muertos), la cosa cambió por completo: el género
no recuperaría jamás la idea del zombie tropical con sus guiños de magia negra,
y se convertiría para siempre en esa representación lenta y pútrida de la
sociedad que todos conocemos (hoy en día con variaciones diversísimas como de
zombie lento a zombie rápido, por virus o por mutación genética).
No es realmente un mal cambio (mira que hay
todo un género de zombies realmente genial, especialmente en el boom de la
última década), pero es absolutamente revolucionario y malas noticias para la
mitad de una isla: a Haití lo despojaron en 1968, quién diría, de su mayor
atracción turística.