Lo confieso: en cuanto a cine
me emocionan muchas cosas, por distintas razones. Cuando se trata de cuestiones
que eventualmente van a llegar a una sala de cine, es más fácil aún que salte
como una nena cuando leo alguna noticia de casting: apenas empezaba a escribir
esto y me enteré de que la gente buena y maravillosa de Marvel confirmó el
rumor de que mi lagartija preferida, Benedict Cumberbatch, va a interpretar el
papel de Doctor Strange.
Cabe destacar que eso me emociona
muchísimo y ni siquiera he leído el cómic. Me emociona porque conozco a
Benedict Cumberbatch como actor y sé de lo que es capaz (porque soy Sherlockian
pura desde mi infancia, y mucho más desde que empecé a ver la serie magistral
de la BBC); y me emociona porque, excepto contadas y minoritarias excepciones,
todo lo que he visto del Universo Cinemático de Marvel me ha parecido poco menos que sublime.
Cosas así me emocionan a
escalas generales. Me emocionan por principio, podría decir; porque es un
anuncio que, como fanática del trabajo de ese actor, me parece interesantísimo.
Noticias así me provocan una emoción que es, hasta cierto punto, incluso
lógica.
Y luego está James Bond.
Siendo extremadamente soez aunque sin exagerar ni un poquito, los anuncios de
qué va a pasar con la franquicia de James Bond hacen que de plano pierda el
culo de la emoción.
Como Sherlock Holmes (la
primera serie de libros que leí en mi vida, a la cual le debo incluso la forma
en la que pienso), James Bond es una de mis pasiones de años atrás, aunque en
caso del agente 007 es algo más reciente: lo adopté en la adolescencia.
Vi todas las películas de
James Bond que habían salido antes de cumplir los 20; leí tantos libros de Ian
Fleming como se me atravesaron; peleé en cuanto foro de Internet conseguí
cuando Barbara Broccoli se atrevió a contratar a un actor rubio (¡rubio, entre
todas las cosas!) como el agente 007.
Cuando salió Casino Royale perdoné a Barbara
Broccoli, después de ver cómo Daniel Craig le daba un filo a Bond que hacía
falta desde que Pierce Brosnan entró en personaje en GoldenEye en 1995 y reinició el género. Cuando salió Quantum of Solace, pensé que mi
esperanza había estado mal dirigida: semejante mamotreto inentendible no podía
ser lo que le hacía falta al Comandante Bond.
Luego, en el 2012 salió esa
película maravillosa llamada Skyfall.
Como escribí por acá en su momento, Skyfall
no sólo marcó el retorno de Craig a aquello que se llegó a esperar de él tras Casino Royale, sino que además le dio un
giro impresionante a la franquicia: un halo de “tanto nadar para llegar a la
orilla” donde se combinó ese Bond clásico y sofisticado de Sean Connery con el
mundo post Guerra Fría de la era 2.0.
Tras la fiesta épica que
llegó a ser Skyfall (con su
maravilloso villano hacker, su Q como un chico geek obsesionado con el
high-tech, su Aston Martin clásico, su rodeo de 360 grados para terminar justo
donde comenzó en 1962), la siguiente película no podía ser menos que
impresionante… y, tras la primera promesa, los fanáticos del género empezamos a
emocionarnos con lo que viene.
Hoy, jueves 4 de diciembre de
2014, la gente que ha estado produciendo las películas de James Bond desde que
salió Dr. No en 1962 (bueno, más o
menos: han tenido unas cuantas disputas legales y cambios de manos desde
entonces) anunció el nombre de la siguiente película de la franquicia, cuándo
se estrena y quiénes son los nuevos miembros del cast.
Y con nombrar a un par de
actores, prendieron el primer fósforo de lo que promete ser un estallido de
fuegos artificiales.
Al elenco ya establecido
(Daniel Craig como James Bond, Ralph Fiennes como M, Ben Whishaw como Q, Naomie
Harris como Moneypenny) se suman varios nombres: la despampanante italiana
Monica Bellucci (una mujer que es la personificación del sexo, sin duda; aunque
es extraño que contraten a alguien de su edad para el papel de chica Bond), Léa
Seydoux, Dave Bautista, Andrew Scott (el deliciosísimo Jim Moriarty en mi muy amada Sherlock de BBC) y, como plato
principal, Christoph Waltz, el más reciente actor fetiche de Quentin Tarantino,
quien ha ganado dos Oscar trabajando con el director de Pulp Fiction.
Ahora, lo que vale acerca de
la nueva película.
Empiezo por el principio: el
título. La película que hasta hoy se conocía como Bond 24, ahora oficialmente
se llama Spectre. Es un nombre
conocido para el aficionado: SPECTRE, que tradicionalmente se ha traducido al
español como SPECTRA (Ejecutivo Especial para Contraespionaje, Terrorismo,
Venganza y Extorsión) es la organización más malévola a la que el MI6 de Ian
Fleming se enfrentó en su historia, siendo los responsables directos e
indirectos de incontables actos de terrorismo durante la Guerra Fría.
Considerando que desde Casino Royale la franquicia se reinició
por completo, es evidente que SPECTRE pasa a ser parte de una organización
moderna; y, si tenemos en cuenta la magistral construcción del personaje de
Javier Bardem y sus motivos para la maldad en Skyfall, cabe perfectamente emocionarse con lo que viene.
Ahora, tradicionalmente,
SPECTRE no es una organización anónima si no que más bien tiene una cabeza bien
conocida, un hombre que es más o menos la personificación del mal: un tal Ernst
Stavro Blofeld. Un hombre con quien James Bond llegó a tener problemas más allá
de lo profesional en el servicio de Su Majestad: Blofeld fue el responsable del
asesinato de la esposa de Bond, Tracy.
Sí, señores: James Bond
estuvo casado en On Her Majesty’s Secret
Service, con una preciosura de mujer que hoy en día se encarga de repartir
comentarios sardónicos en Westeros.
Ahora, de vuelta al punto: los
que no son obsesivos con James Bond reconocerán a Blofeld el tipo calvo de la
cicatriz en plena cara en el que está basado Dr. Evil en la trilogía del Austin Powers de Mike Myers.
Aunque oficialmente el
personaje de Christoph Waltz se llame Oberhauser, los aficionados de la serie
(y el periódico inglés The Telegraph) no podemos ocultar la esperanza de que,
de hecho, sea Blofeld, la mente malévola detrás de SPECTRE.
No sería raro: ya la
franquicia se ha escondido detrás de nombres falsos para introducir a un
personaje conocido. En Skyfall, no se
supo que la agente con quien Bond comparte la primera escena era la icónica
secretaria Moneypenny hasta la última escena.
En fin: en esta época de oro
del cine de cómics, igual es hermoso ver que hay tradiciones que permanecen.
Aunque pueda emocionarme al enterarme de que Benedict Cumberbatch será parte de
otra mitología geek más, no puedo evitarlo: mi corazón se toma batido, no
revuelto.