No se necesita ser experto en la materia para saber que el plano diplomático venezolano ha ido en decadencia durante los últimos años. La diplomacia es una carrera que requiere de ciertas cualificaciones obvias: entendimiento de la dinámica internacional, conocimiento en derecho de tratados, dominio de al menos alguna lengua extranjera y capacidad de ser elocuente de manera racional y diplomática. Por no agregar una necesidad evidente de formación académica, preferentemente en el área internacional. Cualidades que, sin miedo a caer en la ofensa, el actual canciller de la República, Nicolás Maduro (con experiencia curricular como conductor de metrobús y sindicalista sin educación universitaria) no posee.
Se podría decir, de hecho, que el último representante de la vieja guardia diplomática venezolana, con formación y carrera, es el actual embajador del país en la OEA, Roy Chaderton Matos, con una trayectoria de más de cuarenta años en la que ha sido, entre muchas otras cosas, embajador en México, Colombia, Canadá, Francia, Noruega, en la ONU e incluso canciller de la República. Carrera que fácilmente podría haberse venido abajo con una sola actuación: durante el discurso del jueves 22 de julio de 2010 en la sede de la OEA.
El hecho es que, frente a acusaciones que no tenía cómo refutar aparte de marcarlas como “mentiras” – cosa que hizo, claro, durante los cinco primeros minutos de un discurso que parecía extenderse hasta el infinito y más allá – no quedaba otra que irse por el camino probado y comprobado del gobierno venezolano actual: el de las cortinas de humo. En una disertación extensísima en la que pasó de las lecciones de historia (hablando de los sesenta años de guerrilla colombiana, del IRA irlandés, de la guerra franco-algeriana), a las referencias a clásicos de Hollywood (hablando de High Noon de Gary Cooper para ejemplificar el venezolanismo de “cuéntame una de vaqueros”) y mencionando finalmente a “Paulito”, el sobrenombre que dice se le da en España al octópodo que predijo que la selección ibérica se llevaría la copa FIFA del mundo en el 2010.
Una representación obvia de la famosa elocuencia diplomática de hablar más y decir menos; aunque en esta ocasión el tiro haya salido por la culata, cuando todos los espectadores se quedaron en una pieza mientras más lejos se iba el embajador del punto que estaba siendo tratado.
La cuestión no pareciera tener ningún sentido aparte del de alarmar a la población venezolana: algo tiene que estar terriblemente mal en el país cuando nuestro representante ante la principal organización regional tiene que recurrir a hablar de Paris Hilton y del Pulpo Paul en su discurso de defensa frente acusaciones de apoyo a grupos terroristas.