Por si no se nota en cómo termino hablando de gente muerta cada vez que escribo de cine o televisión, amo el Hollywood clásico. No exagero en usar el verbo amar en este contexto: creo que lo único que quiero más es a mis papás, a mi gato (que tiene nombre de actor/director de Hollywood clásico) y a mi novio.
Me encantan las películas de la era dorada de Hollywood y me pasé buena parte de mi adolescencia enamorada perdidamente de actores que llevaban treinta años muertos cuando nací. Justo mientras escribo esto tengo puesto el soundtrack de Guys and Dolls (1955) en Spotify, y la mitad de mis listas de reproducción son de películas viejas.
Como parte de mi amor incondicional por Hollywood histórico, también me encantan los chismes de la época, que ya hoy en día son prácticamente historia del cine. Buena parte de mi fascinación con la época es, sin duda, las personalidades del Hollywood clásico: gracias al (opresivo) sistema de estudios, los actores no eran solo estrellas de cine, también eran personajes fuera de la cámara; cumplían roles frente a la prensa tanto como cuando los contrataban para una película.
Los estudios estaban detrás de que los intérpretes se engancharan a medicamentos que los mantuvieran despiertos durante largas épocas de rodaje, de que las actrices solteras abortaran, de que los actores homosexuales se mantuvieran bien encerrados en el clóset a través de matrimonios arreglados. Detalles más o detalles menos, los estudios eran los dueños de los actores.
Tuvieron que darse demandas antimonopolio para que las cosas mejoraran para los artistas. Pero hubo actores que tuvieron la capacidad de manejar su vida pública al menos hasta cierto punto, dándole a los columnistas de chismes exactamente la cantidad de información que quisieron y creando su propia narrativa en cuanto a personalidad, amores y odios.
Y Hollywood aún no ha visto un odio tan meticulosamente manejado en medios como el de Bette Davis y Joan Crawford.
La mayor rivalidad del cine
Mi fascinación con la rivalidad entre Bette Davis y Joan Crawford tiene años; hace tiempo escribí algo más o menos al respecto. Ahora, la leyenda dice que Bette y Joan se odiaban por ser prácticamente dos caras de la misma moneda, por lo que cada una envidiaba lo que a la otra le sobraba: Davis quería la belleza de Joan, Crawford quería el talento de Davis. Fueron dos de las actrices más icónicas del cine de los 30 y 40 que famosamente se odiaron durante décadas, y, en su vejez, hicieron una película acerca de dos hermanas ex estrellas de cine y vaudeville, What Ever Happened to Baby Jane?
Tomando en consideración el ocaso del sistema de estudios y la larga tradición hollywoodense de dejar de lado a actrices que cometen el vil pecado de envejecer, el hombre detrás de American Horror Story y The People v. O.J. Simpson decidió dedicarle ocho episodios de televisión a la rivalidad entre estas dos mujeres.
Feud: Bette and Joan
Bette and Joan es la primera temporada de la siguiente serie de antología de Ryan Murphy, Feud, que estará centrada en grandes discordias interpersonales (¿acaso hay una traducción precisa para feud?). La serie gira en torno al rodaje de Baby Jane, cuando ya habían años de choques entre ambas actrices, y donde se terminó de asentar el odio que se tuvieron hasta que Bette Davis dio su último suspiro.
Para este proyecto, Murphy se vistió de gala y llamó a dos de las grandes actrices mayores de 60: Susan Sarandon, que interpreta a Bette Davis, y su musa Jessica Lange, que se lleva el papel de Joan Crawford. Elegir a gente de esta talla para interpretar a Bette y Joan no solo es un momento de genialidad, es profundamente meta: como las mujeres que interpretan, ambas son ganadoras del Oscar, ambas fueron reconocidas por su belleza al principio de sus carreras, y ambas han tenido que adaptarse a la baja cantidad de roles para actrices mayores (que no son Meryl Streep o Helen Mirren).
Sarandon y Lange han pasado por la misma curva que Davis y Crawford, con la diferencia de que han vivido en una época más amable, aunque solo ligeramente. Como sus contrapartes, son inmensas: Sarandon, como Bette hizo durante toda su carrera, se come cada escena; Lange, como la dama neurótica y obsesionada con su juventud pasada, es la sutileza en pasta, con momentos de explosión increíbles - lo que en mi pueblo llamaríamos “pica pasitos.”
El resto del elenco también es extraordinario, contando con actrices de la talla de Catherine Zeta-Jones, Judy Davis, Kiernan Shipka, Kathy Bates y Sarah Paulson. Como la película de la que habla, Bette and Joan es una serie profundamente enfocada en mujeres, con un elenco mayoritariamente femenino y, de hecho, las dos figuras principales masculinas, en el contexto de la serie, prácticamente existen alrededor de las dos protagonistas: Alfred Molina interpreta al director de Baby Jane, un pseudo jefe pusilánime frente a dos ídolos; Stanley Tucci es Jack Warner, el dueño del estudio, que acepta hacer la película a pesar de detestar a Bette Davis a muerte.
Bette and Joan es varias cosas a la vez: fundamentalmente, es un homenaje al Hollywood clásico y también una dura crítica al historial de la ciudad del cine con sus protagonistas femeninas. Es, además, un análisis de la creación de la narrativa pública: Bette y especialmente Joan son su propio equipo de marketing, trabajando siempre cuidadosamente en cómo y cuánto muestran de sí mismas.
Bette and Joan es, además, como lo fue Whatever Happened to Baby Jane en su momento, una obra voyeurista: es entrar en el detrás de cámaras de uno de los rodajes más infames de Hollywood, tan rodeado de morbo que se convirtió en un éxito de la taquilla solo porque habían generaciones muertas de curiosidad por ver a ese par de viejas locas odiarse, porque ya estaba claro que no era mentira.
Sobre todo, Bette and Joan es un chisme delicioso, excelentemente construido y representado.
Conexiones
Mientras la primera temporada de Feud es completamente acerca de Bette y Joan, las grandes enemistades femeninas pululan por toda la serie, gracias a dos personajes que son, cada uno, la mitad de un conflicto: la columnista de chismes Hedda Hopper (Davis en la serie), que durante décadas tuvo como rival a otra reportera de farándula, Louella Parsons; y Olivia De Havilland (Zeta-Jones), ganadora del Oscar que acaba de cumplir cien años y pasó buena parte de su vida enemistada con su hermana, también actriz, Joan Fontaine; hace años hablé de ambas por acá.
No creo que sea casualidad que dos coprotagonistas de grandes rivalidades también aparezcan en la serie, considerando la autoconciencia de género por la que es famoso Ryan Murphy. Es un guiño, pero a la vez es un recordatorio: estas rivalidades eran muchas veces impuestas por la opinión pública, porque al público le encanta ver a mujeres exitosas pelearse por un pedazo de torta.
¿O es que hay mucha diferencia entre esto y ver a Taylor Swift y Katy Perry dirigirse tuits pasivo-agresivos?